El 28 de marzo figura en el calendario de 2013 en rojo porque
es día festivo, para nosotras es un día de fiesta porque hacia las 9 de la
mañana nos hemos citado un nutrido grupo de activistas del movimiento 15 M de
Sevilla en una cafetería cercana al centro que tenemos en proyecto
recuperar. Hasta la climatología parece
haberse aliado con nosotras y en medio de una semana estragada por las lluvias
persistentes ha abierto un rayo de sol entre nubes viajeras. Nos saludamos
nerviosas, alguna confiesa no haber dormido apenas, entre cafés que aligeren,
si esto es posible, el ánimo, que a estas horas y en el inicio de este día está
ya en su punto álgido después de largas semanas de reuniones, de deliberaciones
y de trabajos previos, nos fumamos un cigarrillo o miramos de reojo
al lugar donde dentro de pocos minutos empezaremos a trabajar en firme por la
recuperación de un espacio que ha sufrido el deterioro del abandono y el vandalismo.
El edificio es un centro de formación profesional que pertenece a una asociación que actualmente tiene su sede en otra zona de la ciudad. Desde los escasos metros que nos separan de él podemos comprobar cómo la vegetación en desordenado crecimiento ha ido ocultando parte de la fachada, aunque no en su totalidad, pues el edificio, de una sola planta, tiene una altura considerable. En las zonas agrestes que lo rodean y en una cancha de baloncesto podía aún evidenciarse el uso que tuvo hasta hace unos años.
El edificio es un centro de formación profesional que pertenece a una asociación que actualmente tiene su sede en otra zona de la ciudad. Desde los escasos metros que nos separan de él podemos comprobar cómo la vegetación en desordenado crecimiento ha ido ocultando parte de la fachada, aunque no en su totalidad, pues el edificio, de una sola planta, tiene una altura considerable. En las zonas agrestes que lo rodean y en una cancha de baloncesto podía aún evidenciarse el uso que tuvo hasta hace unos años.
Para entrar no necesitamos emplear la fuerza, hace tiempo que no dispone de puertas, tan solo una cancela mal asegurada la separa de la calle, atravesar esa cancela es entrar en un mundo largamente imaginado por nosotras, las que con paso firme vamos apartando la maleza y los residuos de todo tipo que entre ella se entremezclan: latas oxidadas de refrescos, restos de vidrios, botellas o ventanas rotas, hierros con escaso valor en el mercado, que no han tenido interés para aquellos que han saqueado del interior todo lo que de valor tenía: metales, cableado, puertas de madera, instalaciones que han sido arrancadas de cuajo, a las que se han añadido restos de aparatos electrodomésticos destrozados y detritus variados. Pisar en algún punto donde el suelo no sirva de sustento a basuras y restos destrozados de materiales diversos es arduo.
Tras la primera e inevitable revista general al edificio, nos vamos dividiendo en pequeños grupos, el encargado de retirar los residuos del suelo es el más numeroso, el más especializado aquel que se encarga de tabicar para colocar una puerta que aleje de la tentación de expolio a los que hasta ahora la han ejercido sin barreras. También hay técnicos inspeccionando la instalación de suministros de agua o luz. Quienes se encargan de la intendencia, bebida y comida, para cuando las fuerzas tengan que ser repuestas; quienes hacen otras labores necesarias: la información a los vecinos de la zona, a otras asociaciones, a la propiedad del edificio. De entre los apresurados a informar destacan aquellos que antes que nada, como impulsados por un resorte inevitable, ya han colocado un cartel con el nuevo nombre del lugar “Centro Social La Soleá” que así reza en una cartulina amenizada de colores en lo que podríamos llamar “hall” del edificio. Y aquellos que en el jardín, y colgados de la verja han colocado diversas pancartas que resumirían bien el último año de manifestaciones reivindicativas, entre las que destaca la que nos alude directamente, Movimiento 15 M, sin lugar a dudas.